sábado, 17 de diciembre de 2016

(12)

Hola D, 

Esta es una historia triste, sucedió cuando estaba haciendo un breve reemplazo en un laboratorio feo 

Debido a mi alta pobreza me iba en micro todos los días. Me encanta viajar en micro, es un acercamiento al folclor de cada ciudad con sus personajes únicos, como no mencionar al Payaso Triste que pide plata para el funeral de su colega payaso todos los días, todos los meses, todos los años (que capacidad de morirse tiene ese hombre, fenomenal) 


Bueno, como hacía el mismo trayecto todos los días comencé a darme cuenta que me topaba con las mismas personas, principalmente escolares y señoras. Al pasar las semanas era casi como un ritual saludarnos con la vista y esbozar una sonrisita loca. 


Un lunes, iba escuchando música sentado atrás y tomándome un MilkShake de Chocolate en cajita de 200 ml (vamos a imaginar que es eso, porqué la marca del conejo café no la voy a nombrar, de todas formas es la leche con chocolate más rica). Me lo tomé todo y llevaba la caja vacía en la mano. Iba un escolar que había visto muchas veces antes sentado frente a la puerta trasera, impecablemente vestido su con polera blanca y buzo azul ( seguramente su mamá se lo lavó y planchó con mucha fe y esfuerzo el fin de semana). 

Eran las 8:30 am, y ya estaba a punto de llegar atrasado a mi lugar de trabajo, me puse de pie, en mi mano izquierda tenía la caja de MilkShake y con la misma me afirmé del fierro para no caer, mientras que con la derecha toqué el timbre, en un momento la micro dio un pequeño saltito, y sin querer apreté la caja de MilkShake, la bombilla (pajita) estaba apuntando directamente al niño. 

Lo rocié dejando un corte longitudinal perfecto, que recorría su frente, su nariz, sus labios, una linea recta perfecta en su polera que seguía bajando hasta dividir su zona privada. Se me hundieron los ojos de la impresión, la gente miró con la boca abierta, el niño se enojó. 

—¿Qué onda? —dijo con impacto y mirándome con rabia. 
—Perdón yo no quería....—entonces se puso de pie, era como 10 centímetros más alto que yo. 
—¿Cómo que perdón? —en ese momento el micrero abrió la puerta.
—Discúlpame de verdad fue un accidente, sorry, sorry —me sentí como la pirula, sólo pensaba que el pobre iba a estar sucio todo el día por mi culpa. 


Ví que empuñó la mano y presagié que venía un combo directo en mi hocico, entonces con mucha astucia y sin pensarlo dos veces, me lancé de la micro aún en movimiento y caí heroicamente como Spider Man en la acera. «¡Puedo quebrarme una pierna pero mi dentadura hermosa no la perderé jamás!» (Ese fue el pensamiento que me animó a lanzarme). 

El resto del día me sentí muy mal y culpable, lo bueno es que nunca más nos volvimos a topar. 


Sinceramente tuyo
Felipe

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