miércoles, 21 de junio de 2017

(33)

Querido Diario


Andaba de visita en la ciudad en la que estudié para ser el desastre de hombre que soy ahora e iba caminando cerca de la casa en la que viví, más bien la pensión cinco estrellas más bacán del mundo, decidí ir a visitar de improvisto o sea dejarme caer de sorpresa pa’ ver a los tíos de la pensión (de puro copuchento). Toqué el timbre nervioso, hacia años que no iba a esa casa, esperé unos segundos que se hicieron eternos y alguien abrió la puerta, era el Tío.

–Hola… ¿dígame qué desea?, ¿a quién busca?
–Hola, ¿No me reconoce?– dije picarón.
–¿Eres el Felipe?– agregó impresionado con su voz barítona.
–Sí… el mismo, en cuerpo y alma– entonces me abrió la puerta y me dio un abrazo apretado.
–Pasa, entra… ¡Gordita! Mira quien está aquí– llamo con alegría y desesperación a su esposa que apareció repentinamente y nos abrazamos.

El Tío y la Tía que obviamente no se llaman así, sólo protejo sus identidades (mentira, no se me ocurrió como bautizarles) me invitaron a tomar asiento en su gran comedor, en su hermosa casa que tiene detalles en madera tallada muy particulares en las paredes y pilares, observé el lugar con alegría porque me trajo muchos recuerdos, el lugar estaba prácticamente igual  a la ultima vez en la que estuve ahí. Nos pusimos a conversar animadamente y  recordamos cosas del pasado como las ricas comidas con jugos naturales que nos hacia, pelamos a los demás niños que vivieron ahí, hablamos de tantas cosas como los mejores amigos del universo. La Tía me ofrecía almuerzo a cada rato y aunque no había comido nada, andaba con la guata más vacía que el Chavo, me negué a almorzar con ellos, nunca tan pecha, sólo acepté tomar un vaso de jugo de una fruta que no supe que de que era pero estaba más rico que la ñoña.

–Estás tan cambiado, no usas lentes ahora y usas barba– dijo la Tía mientras me observaba meticulosamente.
–Ay sí, he mejorado con el tiempo, pasé de ser un patito feo a un cisne.
–¿Y en qué andas por aquí?– agregó animado el tío.
–Iba caminando al  kinesiólogo-quiropráctico porque estoy quedando invalido y como es por aquí cerca pasé a visitarlos, tenía tantas ganas de saber cómo estaban.
–¡Oh! ... ¿Y qué te pasó? – dijeron al unísono.
–¡Me voy a quedar en silla de ruedas toda la vida!– dramatizando. 
–¡Oh!– al unísono otra vez.
–No mentira, es broma, tengo tendinitis en las piernas y me duele mucho.
–Ojalá te mejores– dijeron otra vez a coro.
–Yo también espero mejorar rápido– aunque me sentí acogido y la conversación fue amena, estaba incomodo porque no caían en ninguna de las bromas que seguí echando durante toda la conversa. Generalmente todos enganchan con mis chistes, es sabido que soy mega sarcástico y rápido con las tallas. Pero mientras hablaba con ellos me sentí más fome que Meruane y Oscar Gangas en misa.

La conversación prosiguió como un interrogatorio, querían saber todo sobre mi vida me hicieron sentir como en una entrevista televisiva en la que yo era el invitado en un estelar nocturno de conversación con muy alta sintonía. Me llenaban de tantas preguntas que apenas podía replicar, se les hizo interesante saber de mí ya que según ellos había sido el único de los jóvenes que ha vivido ahí que había vuelto a visitarlos. Entre tanto blah blah se me hizo ultra tarde, tenía que ir al Kine, al momento de despedirme la melancolía me embargó brigidamente mi aletargado ser. Una parte de mi alma quería volver a estar en el tiempo aquel en el que la pasaba muy bien riendo como hiena hasta tener hipo tirándole tallas pesadas a todos a la hora de almuerzo.

Mientras atravesaba la puerta de salida recordé qué llevó a la Tía de un momento a otro echarnos a todos; la razón uno de los locos que vivía en la penshon tenía la media plantación de maconha (o treta hidro cabannidol como estaba en una pared cerca de esa casa… Ay si los volados son tan chistosos xd) en su closet y además la media red de narcotráfico.  Me fui rápido para no reflexionar sobre ese recuerdo en particular y llegué a la consulta del Kine todo sopeado, la recepcionista al verme dijo:

–Tú eres Felipe, ¿no? 
–Sí.
–Ay sí tu nombre me lo aprendí desde el primer día que viniste.
–¿Por qué?–  dije mientras ladeaba la cabeza como perrito.
–Porque el nombre de los chicos buenos me los aprendo al tiro siempre.
–Ay, jijiji– me puse rojo pasión.
–Tome asiento no más, ya lo van a atender.

Tomé asiento en la sala de espera, había un par de señoras,  las tripas gimoteaban de hambre y no podía disimular el ruido así que deje que cantaran por su lamento de carbohidratos y lípidos de una rica pizza italiana.  Saqué una revista de modas desde un canasto de mimbre, abrí la pagina central, había fotos de una mujer pelirroja luciendo ropa muy horrible en un bosque de verdes arboles de navidad plásticos.  Mirando y mirando, suave, suavecito (8)  con detalle cada fotografía me quedé dormido (pa' variar, ya sospecho que tengo anemia). 

En los microsegundos que estuve dormido soñé que era fotógrafo y modelo al mismo tiempo, y modelaba boxers sobre un oso en un bosque de pinos reales olor a frutilla.  Me desperté porque el Kine me estaba llamando para encajármela de nuevo… para encajarme la cadera con sus técnicas quiroprácticas y clavarme... clavarme el hocico por dentro con agujas con suero fisiológico. Cuando terminó sus procedimientos místicos… quede con jeta adormecida, salí del lugar y ni te imaginas lo que pasó después…


...Esta historia continuará (algún día). 

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