lunes, 6 de febrero de 2017

(17)

D, tantas semanas sin contarte algo. 



Hoy fui a comprar el pan inocentemente. La panadería es muy candente porqué hacen el pan en el lugar (ni que fuesen a hacer pollo asado) y el espacio muy reducido. Se arma una fila que sale del local y cuando entras hay que estar pegadito y apretadito con los demás 1313.


Como hacía calor la gente andaba bien ligera de ropa, estaba en la fila y me fijé que delante de mí estaba una pareja semidesnuda muy "fitness" (Cristo Jesus evita que vuelva a usar anglicismos) ambos de unos 30 años, el ñiño era unos centímetros más alto que yo y la ñiña media como metro y medio. La pareja muy enamorada estaba abrazada como los perritos en celo o sea el macho agarrando por la cintura a la hembra (eso debería estar prohibido, es terrible de ordinario andar haciendo eso público). 



Como estabamos muy cerca y ellos usaban unas musculosas que con suerte les tapaban los pezones, no tenía más horizonte que un par de espaldas tatuadas. La hembra tenía un lindo y sutil infinito hecho con pajaritos entre sus escápulas y el macho una espalda totalmente tatuada, me llamó la atención un tribal justo en la nuca de este que no encajaba en el paisaje de peces koi y dragones orientales llenos de color. 



Puse mis ojos en modo microscopio, entrecerradolos y haciendo zoom para averiguar por qué alguien se tatuaría algo tan feo, se notaba que el tatuaje tribal no tenía nada que ver con el estilo y arte del resto, observando hallé la razón. "Te amo Yéraldy" así tal cual, se asomaba cicatrizado bajo un chorro de tinta negra que no logró cubrir tamaña estupidez. 



Intenté no morir de risa descaradamente y me aguanté, o sea no es por ser malo pero asumamos que Yéraldy es un nombre horrible y ni siquiera sé cómo se pronuncia. Estoy seguro que también te hubieses reído. 


Avanzó la fila y tenía la risita nerviosa acumulada. Llegó el turno de la pareja y la mujer pidió un paquete de vienesas y miró a su pololo en busca de una aprobación. "Sí mi amor" dijo él gritando con una voz más aguda que Edmundo Varas, entonces no sólo me reí yo sino que también el resto de las personas del lugar pero todos muy piolas para que no se notara. 


Sentí remordimiento inmediato, pero me justifiqué mentalmente « es sorpresivo ver a un hombre alto, tatuado hasta los codos, musculoso, con ropa minúscula, casi en pleno acto de apareamiento, con una mujer espectacular y que tiene voz de pito».


Compraron y salieron felices de la mano totalmente enamorados, llegó mi turno, puse el pan en un canasto para pesarlo. Sin querer le pegué con el codo a la balanza y se cayó todo mi pan al suelo entonces todo el mundo explotó en risa pero ahora todos cómplices como ratas, sabíamos que no nos reíamos de mi desventura, lo que me pasó era sólo una vil y cochina excusa. 



F.

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