lunes, 26 de marzo de 2018

(47)

✨D


—Fepilito mira el árbol—dramáticamente gritó la Estrogenada. 
—Ohhhh...acá las palomas son ardillas. 
—No,no...
—Pero mira si son ardillitas, un millón de veces más cuicas que los ratones alados que tenemos nosotros.
—No son ardillas. 
—¿Cómo que no?
—No. 
—¿No?
—No, no se llama. 
—¿Qué son entonces? 
—O sea sí son,  pero lo estás diciendo mal...
—¿Cómo entonces? 
—Se dice en inglés...ardillited. 

Rodé por el pasto y me hice bolita, de la risa y no podía parar. Las ardillited fue lo primero que vimos al salir caminando en busca de comida al frío en invierno post navideño en dirección a un Burger King cercano... finalmente terminamos yendo a un Mc Donald porque el otro reino de grasa estaba cerrado. 

Dentro del Mc Donald, miramos el menú y no entendimos nada. Yo estaba buscando la Cajita Felí y nunca la hallé. Afortunadamente luego de sufrir un rato nos dimos cuenta que había unos tablets gigantes que tenían los menús escritos varios idiomas para poder ordenar lo que quisieras (a prueba de tontos), luego sólo te acercabas a la caja a pagar, te servían las cosas en la mesa y todo... ay, ellos en el año 5008 y nosotros todavía en 1910. 

Luego de elegir lo que queríamos comer fuimos a pagar y el niño que atendía hablaba en un Inglés inentendible,
miré con cara de duda y desesperación a la Estrogenada, que tampoco entendió un pepino. El niño no volvió a repetir lentamente y menos entendimos. Le pasé el dinero, y él me pasó una parte vuelto en monedas y le hice un gesto con las manos para que se quedara con el resto que aún no me daba «Para que se pague los estudios de español, pensé entre mí». 

Ya estaba cayendo la noche estuvimos mil horas ahí, hicimos caso omiso al letrero de "No Loitering". Al salir del reino de grasa del payaso embolico las calles estaban vacías, éramos los únicos seres humanos caminando por el sector de vuelta al hotel. Dimos un paseo rápido por los alrededores hasta que quisimos cruzar una calle para ir a una tienda de regalos. Esperamos como mil años a que cambiara la luz del semáforo de la avenida Apopka. Y ahí estábamos parados mirado para todos lados mientras los autos pasaban muy rápido. 

—Fepilito ahí dice que para cruzar la calle hay que apretar el botón.
—Que va a funcionar eso, debe ser un vil engaño como los que hay en Chile y en todo el mundo. 
—Lo voy a apretar— pulsó el botón y el semáforo cambió y cruzamos riéndonos de nuestra estupidez. 
—Esto sí funciona acá.
—No era una estafa. 
—Son secos estos gringos. 
—Sí.
—Si hubieran estas cosas en Chile los autos no podrían avanzar nunca porque la gente siempre aprieta esos botoncitos muchas veces allá y con mucha rabia. 
—Sí. 
—¿Te diste cuenta los pueblerinos que somos porque nos estamos maravillando de algo súper estúpido.
—Sí. 

Y así pasaron los días, maravillándonos por todos los estímulos visuales en longitudes de onda del espectro visible que nuestros conos y bastones captaban para transmitir a través de impulsos eléctricos a través de neuronas hasta  nuestros cerebros para la producción y secreción de hormonas y otras moléculas causantes de la sensación química de felicidad. 

Días después, luego de ir a los parques temáticos, y haber andado en nave espacial, ver dragones escupe fuego, volado en las escobas de Jarry Potter, montado dinosaurios, haber visto bailar fantasmas, recorrer el todo mundo sin moverse de la silla, ir a Pandora ahí con los Pitufos de Avatar, volar en una bicicleta sobre la ciudad con E.T, pasar por un torbellino de agua épico, haber ido abajo del mar con La Sirenita...Ah por sobre todo haber gritado como enfermo en cada una de las atracciones (aunque fueran suavecitas) y haberle dado vergüenza ajena a la pobre Estrogenada me mande el mayor ridículo Internacional de mi carrera humorística.  

En uno  de los parques había una montaña rusa de la momia llamado “Revenge of The Mummy Ride”... y ahí haciendo la fila ya me estaba arrepintiendo de haber entrado. Mientras hacíamos la fila dentro de la atracción que tenía un Anubis gigantesco había una pareja de tórtolos delante que se estaba sacando unas selfis y para pasar el tiempo me dedique a  hacer caras chistosas atrás arruinándoles la foto, cuando las revisaban se daban vuelta a mirarme riendo, yo me hacía el loco, haciéndome el yo no fui. 

Luego de mil minutos de espera llegó la hora de la muerte, supuse que era no tan brigido pese a los carteles de advertencia de “Heart Attack” porque la gente salía aplaudiendo.  Me subí nervioso con las manos sudorosas, nos acomodamos rápido en el carro, la cuestión comenzó, al pricipio salían una momias sorpresas de unos sarcófagos y fuego del techo, una cosa muy surrealista. Hasta ahí todavía pensaba que era suave y que lo podía soportar, pero no... comenzaron las vueltas violentas sintiendo toda la fuerza centrifuga en el cuerpito, luego más fuego cerca de la cara con calor que era tan fuerte que daba la sensación de que te estabas chamuscando. Me venía un sentimiento tan profundo de querer creer en Diosito para que me diera la vida eterna en caso de que no saliera vivo de ahí, porque sentí que me estaba muriendo con una sensación de que nadie me podía ayudar a salir, más unas ganas nerviosas hacer pipí. 

Después de tanto suplicio, muchos azotes y golpes en la cabeza, pensé que todo iba a terminar pero vino lo pior, de lo pior...una caída en casi 90 grados donde sacaban la típica foto de las montañas rusas... de la pura desesperación grité guturalmente con todo mi diafragma ya en la desesperación extrema: “¡¡¡MAMÁ BAJAMEEEEEEEEEE!!! Y pese a que estábamos cayendo violentamente al infinito TODOS los que iban con nosotros en el carro se re cagaron de la risa. La tortura terminó y salimos tiritando con los riñones reventados, vimos la foto que nos tomaron mientras moríamos, la Estrogenada sale con todo el pelo en el hocico con cara de Equis De y yo con cara de toda arrugá como huesillo de tanta fuerza que le puse al cerrar los ojos mientras caía en la Venganza de la Momia. 

Ajá, pero este cuento aún no ha acabado...


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