sábado, 1 de abril de 2017

(24)



Estaba en el escritorio del laboratorio a las 13:30 en punto poniendo la última mosca al último examen recién impreso en absoluto silencio y soledad. Me quedé hasta más tarde como de costumbre, el resto de las personas que trabajan conmigo ya se habían ido media hora antes. 

Repentinamente escuché el sonido de la vibración de unos tubos de fondo cónico de vidrio que estaban en una gradilla en un mueble a unos dos metros a mi espalda, al comienzo pensé que era un temblor o alguien intentando jugarme una broma, voltee y me paré a revisar pero no había nadie ni nada, "pudo haber sido un ratón" pensé ingenuamente pero no había na', me fui a lavar las manos al ñoba con agua y jabón y volví al lugar donde estaba la gradilla para revisar que había pasado, y esta comenzó a vibrar paranormalmente, me asusté un poco pero atribuí el hecho al cansancio y al ayuno extremo, así arreglé mis cosas, saqué una manzana de mi mochila y partí hacia la puerta. 

—¡Chao! Nos vemos el lunes, pórtense bien— le grité a los robocs (maquinas inteligentes) con los que trabajo desde el marco de la puerta me di media vuelta y apagué las luces. 
—Bip, Bip— respondieron con calma. 

En laboratorio en el que estoy está dentro de un edificio de consultas médicas, que tiene un conserje que se encarga de la puerta principal del edificio, como todos los sábados pensé que estaría en su lugar para abrirme la puerta servicialmente y así quedar en libertad condicional hasta el lunes. 

Salí del laboratorio atravesé el pasillo que lleva a la salida, miré hacia la izquierda y me fijé que el conserje no estaba en su lugar, caminé hacía la puerta principal de vidrio y estaba cerrada con llave. 

Me urgí, lo primero que pensé fue en llorar, (como siempre) me calmé y me puse a buscar al caballero. Subí por las escaleras piso por piso gritando "¡Alo, alo! ¿Hay alguien?" a medida que subía me di cuenta que estaba todas las oficinas cerradas y grité "¡Don conserje!, ¡Don portero!, ¡Don nosecomosellamaqueabrelapuerta!, ¿Dónde está?". Grité a todo pulmón pero nadie respondía, baje nuevamente por las escaleras ahora gritando “¡AYUDA, AYUDA! ME QUEDÉ ENCERRADO!". Le puse tragedia a la cosa por si dentro de las oficinas había alguien haciéndose el loco, quizá un médico o secretaria y agregué teatralmente "¡NECESITO INYECTARME MI INSULINA, TENGO DIABETES!"...al mismo tiempo pidiendo perdón a mi conciencia por decir mentiras porque no tengo na' Diabetes (por ahora). 

Nadie apareció, el celular no tenía señal (como siempre) y el único teléfono fijo que tenía a mi disposición no sabía cómo usarlo (hay qué marcar unos números antes de llamar,me enseñaron pero no aprendí). Pensé en quedarme ahí el resto del fin de semana, total tenía un refrigerador lleno de Trutol (un jugo entero dulce que tiene 75gr de glucosa) para sobrevivir hasta que la humanidad me encontrase muerto. Ya imaginaba el titular del diario "Asopado muere por quedarse encerrado en edificio de Dostores". 

Se me ocurrió ir al ascensor y me tomé una foto en el espejo, que con mucha suerte se subiría a Facebook porque no tenía señal, ni internet movil, estaba incomunicado. Me puse a comer la manzana para no colapsar y se me ocurrió subir hasta el último piso donde había la única ventana abierta e intenté llamar a la Jefa. 

Mientras esperaba que el celular pescara algo de señal me puse a comer la manzana pa' no colapsar y me preguntaba por qué me pasan tantas cosas a mi si soy tan bueno y guapo, entre tanto pensamiento profundo la Jefa contestó y me alegré más que la ñoña. 
—Alo, Felipe, ¿qué pasó?— preguntó extrañada porque jamás la había llamado antes. 
—Me quedé encerrado— respondí con el hocico lleno intentando tragar rápido.
—Ya, voy a ver que puedo hacer—sentenció y cortó. 

"Celular infeliz, compañía infeliz, los odio pero los amo al mismo tiempo" pensé feliz. Me tragué toda la manzana de una, y me volvió a llamar la Jefa. 

—Ya, en el mueble hay una llave con llavero amarillo que abre una puerta del subterráneo que te lleva al estacionamiento y hay otra llave que abre el portón con eso vas a poder salir, llámame si es que encuentras las llaves. 
—Ya, gracias— dije feliz. 


Se me olvidó todo lo que dijo, entré directo al mueble, pesqué todas las llaves que encontré y partí corriendo a probarlas todas. Afortunadamente le achunté a primera y salí del lugar sano y salvo. Llamé de vuelta a la Jefa diciendo que ya estaba afuera y respiré la libertad, el sol y el ruido ambiental nunca me habían parecido tan hermosos, sí, la libertad es felicidad. 

Y que se prepare el conserje porque cuando lo vuelva a ver le voy a echar la terrible foca.




F.

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