sábado, 29 de abril de 2017

(25)

Diario


Sentía que estaba atrasado, aunque la verdad nada me presionaba, tomé mi mochila, metí un cuaderno en blanco, eché mi lápiz de la suerte y una goma de borrar nueva. Aunque el sol estaba en todo su esplendor en el cielo, y hasta hacia calor, de todos modos me puse un polerón negro noche de terror y salí de casa.

Mientras caminaba rápido colina abajo iba arreglándome los pantalones, intentado poder apretar un poco más la correa y subiéndomelos hasta el ombligo para que dejaran de caerse, daba pasos incomodos sintiendo que hasta los zapatos me quedaban grandes y cómo no, si he bajado muchos kilos en el último mes a consecuencia de tener un torrente lleno de jugo Yupi, ay no que rasca mejor jugo Zuko, circulando libremente por mi sangre.

En el corto trayecto entre casa y el paradero, eché a volar la imaginación al ver las bodegas donde guardan toneladas de Gansitos, Cebritas (Rayitas), Pingüinos, entre otros animales dulces.  Una vez más intenté maquinar otro plan para poder robar un camión para dármelas de Robín Hood y salir a repartírselos a los niños en las calles para fomentar la obesidad infantil.  La burbuja imaginativa se rompió cuando a unos metros vi que en mi camino se acercaba un extraño conocido y a nuestro encuentro nos dijimos estúpido “hola” y seguimos nuestros caminos.  Llegué al paradero y me subí rápidamente al primer micro que pasó, en esta ocasión cualquiera servía.

Llegué a mi destino, la feria del libro, di un par de vueltas intentando esconderme de los antiguos conocidos que divisé, el animo no estaba para cordialidades ni diplomacia.  Caminando entre los pasillos estrechos llenos los libros en una pasada fugaz le vi los pelos de la casquilla a Pepi ( la fea, la que escribe) con una fila enorme de niños y pubers nerviansiosos esperando que le firmara sus libros, caminé rápido  sin observar mucho hasta llegar a un escenario donde estaba a punto de hablar un Pelao que habla de películas en la tele.  Me senté a escuchar con cara de atención al Pelao, estaba presentando su segundo libro, entre las cosas que conversó con otro pelado que lo entrevistaba me interesó lo que dijo sobre crecer,  cito textual: “crecer es algo súper violento”.  Me hizo sentido esa frase la pensé un rato, mientras intentaba volver a prestar atención, de repente me sentí observado ( todos nos hemos sentido así, todos tenemos ese poder de sentir cuando te observan ), había mucha gente miré disimuladamente alrededor pero no pasaba nada.

Al cabo de un rato volví a mirar a todos lados, y se me ocurrió girar el cuello como la Linda Blair para mirar detrás de mí… y sí, me estaban observando.

—¡RE-COR-CHO-LIS!— dije casi susurrando mientras me ponía la capucha del polerón, la mina que estaba sentada mi lado  con su pelo de palmera me escuchó.
—Jaja, quédate callao—agregó entera chora.

Miré la hora en el celular, y volví a dar vuelta el cogote como un búho para confirmar,  y claro  era el mismo hombre de piel muy blanca, escuálido, que mide al ojo 190 cm,   usando un sombrero cuya penumbra cubre sus ojos y parte de su rostro como Carmen Sandiego, #Queantiguo #Carnetalarechucha, que me había estado siguiendo todo el último mes.

Como soy muy observador y fijón, siempre estoy al pendiente de lo que pasa en el entorno por si algo sucede,  me di cuenta que era extraño toparme casi todos los días con esta persona larguirucha y misteriosa en distintos lugares de la ciudad.  Hace un par de semanas andaba caminando por el centro y se me ocurrió abrir la cámara frontal del celular para tomarme selfi, me di cuenta que este aterrador personaje estaba siguiéndome, al ver que estaba detrás,me eché a correr mirando para atrás a cada rato viendo como él se acercaba rápido hasta que lo perdí escondiéndome entre un mar de escolares quedando cansado y como jirafa con torticolis.

Volviendo a lo que te contaba, terminé de escuchar al Pelao con mucho respeto, me puse de pie haciéndome el tonto y me escurrí rápidamente entre la gente cuan guarén envenenado con terrible de miedo sabí, caminé hasta un lugar con más gente para perderme en el tumulto que cotizaba libros cuicos,  luego me alejé un par de cuadras de la feria, me senté en un escaño en una plaza secreta, saqué el cuaderno y mi lápiz regalón, y me puse a escribir esto para calmarme un poco.

¿Será que me estoy volviendo crazy?
¿Alguien paga para que me vigilen?
¿Cometí algún delito?
¿Será algún psicópata?
¿Es un vampiro y quiere mi sangre azucarada? 
¿Si alguien realmente quiere vigilarme, para qué lo hace? … al final mi vida es entera fome, no pierda su tiempo.


F.













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