Diario
Sentía
que estaba atrasado, aunque la verdad nada me presionaba, tomé mi mochila, metí
un cuaderno en blanco, eché mi lápiz de la suerte y una goma de borrar nueva.
Aunque el sol estaba en todo su esplendor en el cielo, y hasta hacia calor, de
todos modos me puse un polerón negro noche de terror y salí de casa.
Mientras
caminaba rápido colina abajo iba arreglándome los pantalones, intentado poder
apretar un poco más la correa y subiéndomelos hasta el ombligo para que dejaran
de caerse, daba pasos incomodos sintiendo que hasta los zapatos me quedaban
grandes y cómo no, si he bajado muchos kilos en el último mes a consecuencia de
tener un torrente lleno de jugo Yupi, ay no que rasca mejor jugo Zuko, circulando libremente por mi sangre.
En
el corto trayecto entre casa y el paradero, eché a volar la imaginación al
ver las bodegas donde guardan toneladas de Gansitos, Cebritas (Rayitas), Pingüinos, entre
otros animales dulces. Una vez más
intenté maquinar otro plan para poder robar un camión para dármelas de Robín
Hood y salir a repartírselos a los niños en las calles para fomentar la
obesidad infantil. La burbuja
imaginativa se rompió cuando a unos metros vi que en mi camino se acercaba un
extraño conocido y a nuestro encuentro nos dijimos estúpido “hola” y seguimos
nuestros caminos. Llegué al paradero y
me subí rápidamente al primer micro que pasó, en esta ocasión cualquiera
servía.
Llegué
a mi destino, la feria del libro, di un par de vueltas intentando esconderme de
los antiguos conocidos que divisé, el animo no estaba para cordialidades ni
diplomacia. Caminando entre los pasillos
estrechos llenos los libros en una pasada fugaz le vi los pelos de la casquilla
a Pepi ( la fea, la que escribe) con una fila enorme de niños y pubers nerviansiosos
esperando que le firmara sus libros, caminé rápido sin observar mucho hasta llegar a un
escenario donde estaba a punto de hablar un Pelao que habla de películas en la
tele. Me senté a escuchar con cara de
atención al Pelao, estaba presentando su segundo libro, entre las cosas que
conversó con otro pelado que lo entrevistaba me interesó lo que dijo sobre crecer, cito textual: “crecer es algo súper
violento”. Me hizo sentido esa frase la
pensé un rato, mientras intentaba volver a prestar atención, de repente me sentí
observado ( todos nos hemos sentido así, todos tenemos ese poder de sentir
cuando te observan ), había mucha gente miré disimuladamente alrededor pero no
pasaba nada.
Al
cabo de un rato volví a mirar a todos lados, y se me ocurrió girar el cuello como
la Linda Blair para mirar detrás de mí… y sí, me estaban observando.
—¡RE-COR-CHO-LIS!—
dije casi susurrando mientras me ponía la capucha del polerón, la mina que estaba
sentada mi lado con su pelo de palmera me
escuchó.
—Jaja, quédate callao—agregó entera chora.
Miré la hora en el celular, y volví a dar
vuelta el cogote como un búho para confirmar, y claro
era el mismo hombre de piel muy blanca, escuálido, que mide al ojo 190 cm, usando un sombrero cuya penumbra cubre sus ojos y parte de su rostro como Carmen
Sandiego, #Queantiguo #Carnetalarechucha, que me había estado
siguiendo todo el último mes.
Como soy muy observador y fijón, siempre
estoy al pendiente de lo que pasa en el entorno por si algo sucede, me di cuenta que era extraño toparme casi
todos los días con esta persona larguirucha y misteriosa en distintos lugares
de la ciudad. Hace un par de semanas
andaba caminando por el centro y se me ocurrió abrir la cámara frontal del
celular para tomarme selfi, me di cuenta que este aterrador personaje
estaba siguiéndome, al ver que estaba detrás,me eché a correr mirando para atrás a cada rato viendo como
él se acercaba rápido hasta que lo perdí escondiéndome entre un mar de escolares quedando cansado y como
jirafa con torticolis.
Volviendo a lo que te contaba, terminé de
escuchar al Pelao con mucho respeto, me puse de pie haciéndome el tonto y me escurrí rápidamente entre la gente
cuan guarén envenenado con terrible de miedo sabí, caminé hasta un lugar con
más gente para perderme en el tumulto que cotizaba libros cuicos, luego me alejé un par de cuadras de la
feria, me senté en un escaño en una plaza secreta, saqué el cuaderno y mi lápiz regalón, y me puse a
escribir esto para calmarme un poco.
¿Será que me estoy volviendo crazy?
¿Alguien paga para que me vigilen?
¿Cometí algún delito?
¿Será algún psicópata?
¿Es un vampiro y quiere mi sangre azucarada?
¿Si alguien realmente quiere vigilarme,
para qué lo hace? … al final mi vida es entera fome, no pierda su tiempo.
F.
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