domingo, 20 de agosto de 2017

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D


... Al fragor de la batalla, con la espada desenvainada en la mano derecha y una pistola en la izquierda va el capitán Prat, caminando entre el humo de los cañonazos, seguido por un par de hombres gallardos, todos van al abordaje del Huáscar.  Detrás cubriéndoles las espaldas, último en el grupo, voy con mi humilde hacha temblando atento a ver si aparece algún adversario.  Ya en el buque enemigo corriendo a los brazos de la muerte, vamos todos rápido a  
asesinar a quien aparezca en frente. De improviso se abalanza un extraño sobre mí, caemos y forcejeamos, pero con habilidad y sin pensar le parto la cara con el hacha sin piedad, pues claro, era su vida o la mía. 

Me levanto rápido dejando aquel cuerpo desconocido el con rostro destrozado y retorciendose agónico en las relucientes maderas del piso del monitor,  tomo aliento y miro mi uniforme salpicado de sangre alzo la vista, observo con sigilosa calma hacia adelante, y veo como el resto del grupo que saltó al abordaje conmigo caen fusilados en la cubierta de la embarcación. Más adelante el capitán Prat sigue solo y recibe un disparo en la rodilla, pero no cae y sigue su camino, como si no le doliera,  camina seguro un par de metros y recibe por sorpresa un disparo a quemarropa en la frente, cae muerto al instante. Quedo de pie perplejo, con el alma adolorida, y por dudar recibo una metralla directo en el vientre que me deja agónico entre el ruido de gritos desesperados y un infernal tiroteo... entonces muero exangüe. 


Renazco ahora a principios del siglo XX, y soy una campesina afroamericana muy pobre, que tiene dos gemelos pequeños. Sentados en un establo, entre caballos y cerdos para cobijarnos del frío invierno del norte americano hago un sacrifico, le doy a mis hijos apenas vestidos todo lo que tengo;  unos mendrugos y agua de almuerzo. Me miro las manos y están curtidas, me duele ser la criada de una familia blanca más bien la esclava que vive como pordiosera  junto a los animales mientras mis patrones están en su mansión blanca.  Llena de rabia tomo a mis hijos que con su primitivo hablar me piden comida, los meto a un saco entre sollozos, los tiro a un pozo del predio, acto seguido me lanzo también, todos morimos ahogados.  


Luego vivo otra vez en un tiempo ideterminado, ahora soy un hombre de edad juvenil, estoy en un río de aguas cristalinas en un prado verde hermoso. Veo mi reflejo en el agua, tengo una cabellera rubia larga y lisa, piel muy blanca tanto que se notan las venas y ojos azul eléctrico. Me lanzo al agua y nado, sumergiendome profundo para recoger piedras desde el fondo del río. Al salir a la superficie veo que hay más gente, que tiene la mismas características que yo y también desnudos, me invitan a comer entre los juncos, ellos me dan té y pastel, yo les ofrezco mis piedras. Con un cuchillo plateado una pequeña niña corta las piedras y las reparte a cada uno, todos las tragamos y las encontramos deliciosas. 


Todo este sueño sucedió por recordar antes de dormir, que mi hermana siempre me molesta porque en una prueba de alternativas cuando estaba como en primero básico a la pregunta: ¿Cual era la profesión de Arturo Prat Chacón? Yo el muy imbécil puse que era Pirata en vez de Abogado. Y lo otro no sé de donde vino, siempre tengo muchos sueños en una noche, algunos tan elaborados, tan fantásticos, tan completos, mis neuronas no paran nunca. Quizá qué cosas significan todas estas imágenes del incosciente, espero que nadie jamás me psicoanalice. 


F.